Nací en el seno de una familia normal de la
época, padre trabaja, madre se retira de trabajar cuando se casa y 5 hijos, la
del medio es la que escribe.
No recuerdo ningún trauma especial, me sentí
muy querida por mis padres, jugaba más con los pequeños y a todos quiero y me
siento estimada y valorada por ellos.
Trabajo como enfermera en un sitio muy raro
desde hace 39 años, un colegio de Educación Especial PÚBLICO que es único en España por dos motivos
principales: tiene un amplio Departamento Sanitario y una Residencia 24 horas incluidos fines de
semana y festivos, motivo por el que están escolarizados alumnos con graves
discapacidades , incluso con cuidados paliativos desde sus inicios cuando nos
llamaban el “INRI” y con problemáticas sociales
derivadas de múltiples factores, por lo que su casa es el colegio y a su
domicilio con sus familias regresan algunos fines de semana y las vacaciones
escolares. El resto, es como en todos
los coles.
Y yo soy creo que una personaje de lo más
extraño y singular, enfermera escolar hace casi 40 años y 35 ejerciendo como
Supervisora de Enfermería, cargo intermedio, lo que yo vengo a llamar un emparedado,
ni estoy con unos, ni estoy con otros, estoy simplemente “aprisionada y
aplastada” por las dos capas del bocata.
Llevo tiempo sin escribir, el final de curso
es simplemente agotador en muchos sentidos que hoy no voy a desgranar, me decían ayer que
no había escrito el reportaje de la jubilación del Director, ¡ojo!, que le
dediqué unas palabras y estuve cumpliendo el guión oficial que me indicaron en
el homenaje institucional, al gran jefe y a otros muchos que se han ido y otras
cosas que han sucedido les dedicaré su
apartado, aunque solo sea por los que les gusta leerme y porque a mí me sirve
de terapia y base de uno de los libros
inacabados que tengo por ahí.
¿Has dicho terapia?
Efectivamente eso he escrito, porque ahora que
han reconocido a los quemados emocionalmente (burn out”) como enfermedad profesional
exclusivamente aplicado al entorno laboral,
necesitamos hacer mucha gestión de emociones, ya dejé constancia en el decálogo
de la Enfermería Escolar e incluso algo de medicación de por vida que estoy
segura podré dejar de tomar cuando me jubile si sigo por encima de la tierra y
no por debajo.
El trastorno, yo diría
enfermedad, implica agotamiento crónico,
distancia mental y disminución de la eficacia profesional y muchas alteraciones
más que suelen pasar desapercibidas para
los demás en su gran mayoría, te etiquetan de “!cómo te pones!” y santas
pascuas.
¿Me ha diagnosticado un médico?
Pues no, evito ir a la consulta por este
motivo, aunque está al corriente de mi situación, he tenido que ir por otros
motivos y retrasar varias consultas a lo largo de este curso por no faltar al
trabajo y después me pregunto si soy tonta, en fin eso también lo sé, digo la
respuesta.
¿Cómo me siento?
ABRASADA
¿Cómo definirías este nuevo Síndrome?
Aplicado a mi persona y profesión, cuando
aparecen y perduran distintos síntomas y gradualmente se cronifican y aumentan:
1.- La mayoría de los días ir llorando al
trabajo porque sabes lo que te espera y lo que no.
2.- Entrar por la puerta, que te pregunten si
estás bien porque ven unas ojeras
importantes y contestar que estoy estupendamente, porque cada uno tiene su mochila
a la espalda y a cargar cada cual con ella y como puede, no son tiempos solidarios.
3.- Pasar al despacho que está desordenado
pero muy limpio, porque apenas si puedo sentarme a trabajar en la gestión que
tengo que hacer inherente al cargo y llevármelo a casa que tardo menos y me
concentro mejor.
4.- Adentrarme en Enfermería generalmente sonriendo,
echando de menos a los alumnos que por ejemplo en este curso fallecieron, tres
en concreto, pero ver a otros que están recién duchados, limpios, guapos y con
sus tratamientos en marcha.
Escuchar como fue la tarde y noche anterior,
incidencias, intentar resolver lo que se
puede y ver lo programado del día que pocas veces se cumple pues la demanda de
asistencia no entiende de programaciones.
Hablar con familias, algunas a diario
porque llevan ellos a sus hijos, otras por teléfono y lo mejor cuando puedes ir
a tomar un café con alguna madre que lo necesita, este año no he salido ni una
sola vez con ellas.
5.- Ir a las reuniones que me convocan aunque
algunas no aporten mucho, pero ya se sabe que hay que acatar las normativas,
sean o no de sentido común y trato de no dormirme, a veces no lo consigo, no me
dicen nada, es lo que tiene tener cierta edad, ven normal que te duermas.
6.- URGENCIAS: muchas, demasiadas para ser un
colegio, la mayoría se resuelven y ni se enteran fuera de Enfermería, otras
evidentemente se comunican a los Jefes, han de ser trasladados al hospital los
alumnos. Demasiadas ambulancias por allí para ser un colegio.
7.- Comida: generalmente a las 14’30h. y donde
solemos tener un ambiente distendido y divertido, evidentemente si no se habla
de trabajo, que no es lo habitual.
8.- Antes de irte a casa:
Ver cómo queda el panorama, si el servicio está
cubierto, el estado de salud de los alumnos, que dependiendo cómo están te vas
más o menos preocupada, si alguno de los que van a casa en la ruta escolar,
puede ir o no porque tiene fiebre alta y otras tantas cosas.
9.- A veces, acabo el trabajo por el que me
pagan y permanezco atenta al teléfono 24 horas por si me llaman y hay que solucionar
problemas y me voy a mi segundo trabajo
no remunerado, una Asociación Científica de Enfermería (AMECE.N.I.), generalmente
en casa, otras veces por distintos sitios y me lo paso muy bien, porque disfruto con la
Enfermería Escolar, conozco a gente muy interesante y me “reconocen”, ya no disfruto con mi trabajo, creo que es
fácil comprender el matiz y la diferencia.
10.- Y sin querer me ha salido un decálogo del abrasamiento generalizado que
tengo, del dolor que siento por muchas cosas del día a día que me autocensuro
que aún estoy en activo, que no creo que cambie mucho porque ya tengo unos
hábitos conductuales de difícil permuta, me propongo por ejemplo callar y no lo
hago y al final me va a dar igual, pero como intermedia que soy, prefiero a los
compañeros que me dicen las cosas a la cara y en privado que a los que por
detrás no favorecen mucho el clima laboral.
He pedido por activa, por pasiva, con humor,
con proyectos por escrito, que me dejen trabajar en otro sitio, sí trabajar, pero
como dije en las palabras que dediqué al gran jefe el jueves pasado, soy
graciosa pero no caigo en gracia, entendiendo esto como lo que se decía en
otros tiempos, no tengo padrinos.
Conclusiones:
Por imperativo legal, no tengo más remedio que
de momento seguir trabajando en el mismo sitio, disfrutando de lo mejor que
son los alumnos, y ansiando la prejubilación, si no vuelven a tocar la misma y
siguen disminuyendo este derecho que teníamos.
“Quiéreme menos, pero quiéreme mejor”