Fue su último cumpleaños, 89, hoy haría 93.
Este día 8 de Diciembre, en casa de mis
padres, se declaraba inaugurada la Navidad.
Cuando ya se va el último de los progenitores,
al menos en mi caso, una sensación de orfandad se instala y ese “tenía que haber
hecho o dicho…” me produce una nostalgia infinita hacía la madre más bonita del
mundo.
A ella nunca le gustaba salir en las fotos,
hasta que empezó a gustarle y nos pedía que se las hiciéramos a todas horas y
además posaba sonriente, legado que nos dejó también.
Concha, mi madre, era una mujer con cierta cultura para la
época que le tocó vivir, eso sí, también silenciada y con la pata quebrada,
lista para criar hijos (5) y atender en todo al marido. Yo logré perdonar a mi
padre, cuando contextualicé algunos aspectos, sé que no era fácil para ninguno,
ambos nos querían a los hijos y nos dieron lo que pudieron, los mayores se llevaron
doble ración de intransigencia, los
pequeños aprendimos de ellos a buscar las vueltas y tanto mi padre como mi
madre, a su manera y con una gran dependencia estuvieron en su casa hasta el
final, atendidos por una cuidadora externa y por sus hijos.
Enviudó 5 años antes de fallecer y de alguna
manera se sintió muy libre. Hasta los 86 años, su cabeza funcionaba a la
perfección, los 3 últimos, a ratos, en función de la morfina que tenía pautada
para sus muchos dolores.
Cada vez que salía Guardiola (entrenador del Barça) en la tele, nos decía
lo guapo que era y veía todos los partidos, me tenía al día de los resultados e
incluso jugadas debatibles y yo la dejaba hablar, generalmente por teléfono,
porque el fútbol no me llama la atención pero sí tenía que saber los resultados
para comentarlos con los chavales del cole.
Creo que si viviera, ya no le gustaría tanto este míster.
No estoy triste, aunque pudiera parecerlo,
añoro en algunas ocasiones hechos vividos y evidentemente los menos años que yo
también tenía.
En febrero de 2014 escribí esto :