SOBRE LA DEMENCIA (2)
El peligro atrae, estimula
la producción de adrenalina y otras colegas y nos producen un estado eufórico
aunque más o menos duradero, hace un rato cruzar una gran calle madrileña sin
respetar la señalización, ha sido antisubidón.
Madrid con menos gente y sin
prisas es bonito, aunque se está volviendo muy sucio, algunas calles huelen muy
mal, regarlas no solo mejoraría ciertos daños visuales y olfativos, prevendrían
la propagación de posibles epidemias si es que no las hay ya.
No tengo ganas ni de pensar
y menos escribir sobre los políticos y ladrones varios de guantes blancos y
multicolores, los sufro como muchos, la mayoría y cuando acaben mis vacaciones,
actuaré, harta de TODOS los que actualmente tienen una responsabilidad otorgada
por el pueblo y solo se lucran por ello. Ni media palabra más.
Duerme ahora, efecto
secundario del potente analgésico, miro su cara tranquila, me produce paz y me pregunto cuando despierte hoy por
qué asunto le dará?
Al menos, al quitarle ayer
los tapones auditivos, oye mejor e igual podemos hablar y no pegar yo tales
gritos para que me escuche que debo tener a los vecinos asombrados, incluso la
leeré algunos de los poemas que más le gustan de Gabriel y Galán, a pesar de mi
mala memoria, deficiencia esta que ayuda a perdonar y olvidar malos rollos mejor,
recuerdo como nos los ha leído muchas veces e incluso recitado de memoria con
muy buena puesta en escena.
Que piel más suave tiene y
que guapa está!
EL AMA - fragmentos
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¡Qué deseos el
alma
tenía de ser buena
y cómo se llenaba de ternura
cuando Dios le decía que lo era!
tenía de ser buena
y cómo se llenaba de ternura
cuando Dios le decía que lo era!
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Pero la vida se
me puso triste
y su imagen de ahora ya no es esa:
en mi casa, es el frío de mi alcoba,
es el llanto vertido en sus tinieblas;
en el campo, es el árido camino
del barbecho sin fin que amarillea.
y su imagen de ahora ya no es esa:
en mi casa, es el frío de mi alcoba,
es el llanto vertido en sus tinieblas;
en el campo, es el árido camino
del barbecho sin fin que amarillea.
Gabriel y Galán
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