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domingo, 5 de mayo de 2013

No dirás falsos testimonios, ni mentirás


Todo parecido con la realidad de este breve relato que a continuación leeréis, es pura coincidencia, o no.


En un reino de un país no lejano, hace mucho tiempo ocurrió un hecho perturbador que alteró la “turbulenta” paz.  El rey no sabía ni por dónde le venían los dardos envenenados y la corte menos  que para variar estaban con sus amoríos, combates y festejos y ¡AY! que sólo estaban sudando la gota gorda los vasallos, doncellas y sirvientas, pocos ante tantos y tantos pelagatos de alcurnia real. (validado varios siglos después)

Y el día destinado por el rey a escuchar las quejas de sus súbditos, apareció ante él y el resto de los jueces reunidos siempre junto al monarca, el obispo  los clérigos y algunos caballeros, una dama que denunció una mala actuación y grave de otra damisela que cohabitaban en el mismo ala del palacio y tenían las mismas tareas que realizar, sólo que la dama tenía una banda roja y ancha y supervisaba a todas las doncellas ese trabajo diario, arduo muchas veces, tranquilo cuando el ánimo no caía en una permanente melancolía ante la no llegada de sus caballeros y sus zalamerías.

Expuesta la demanda al juez del ala 24 , primero izquierda y tras escuchar a todos los implicados en la bellaquería ocurrida, incluso falsos testigos y alguno que  cometió perjurio, quedó visto para sentencia, unas semanas, ya se sabe que las cosas del palacio van despacio. 

Y en la corte todo eran chismorreos en la barbacana, en el foso, el adarve, las almenas, cabellerizas, huertos y regimientos e incluso en la torre del homenaje, ¡pardiez!, que insensatez. Se iniciaron apuestas secretas sobre quién ganaría, mientras los que habían mentido eran los que más le daban al pico, ya se sabe en épocas de paz, mucho diablo con el rabo enredando y matando moscas…

La dama de la banda roja, la que había expuesto los anómalos hechos seguía trabajando, organizando y soportando  incluso a los perjuros y los afines que muchas veces llamaron a su puerta en pos de consuelo por las barrabasadas de la damisela frescuela, la fiesta del verano y sacrificios a los dioses por las buenas cosechas estaba cerca, no se podía bajar el ritmo, eran tantas cosas las que quedaban por hacer….

Transcurrieron  2 lunas, los jueces y letrados apenas si se molestaron en mirarlo, lo pensaron una tarde de verano y  rodeados de algunos legajos ¡AY! y otra vez ¡AY!,  sentenciaron, qué más da, otra pamplina más.

Y se celebró un gran banquete para invitar a todos los habitantes del castillo, con el rey presidiendo la mesa, la reina a su lado y el príncipe y las princesas y todos los que pertenecían a esa decadente y absolutista monarquía.

Bufones, malabaristas, danzarinas, todos con mucha alegría.

Y cuenta la leyenda que  la damisela creíase victoriosa, iba de corrillo en corrillo murmurando, susurrando a los necios y botarates que querían escuchar la supuesta ganancia, su razón en la patraña, con la osadía que da la ignorancia. Y la dama de la banda roja que sabía de la autenticidad de lo ocurrido (ya entonces la justicia apuntaba maneras), sonreía y pensaba:

 ¡Por todos los dioses! ¡!!!Ah no!!!!,  que era un reino medieval, ¡!Por los clavos de Cristo, San Miguel Arcángel, San Blas  y la Virgen de las Rocas!! ,  al infierno de cabecita que irá y apareció por allí Alexander Pope, poeta inglés y dijo a la dama:

“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

 


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