Interiorizar tras llegar a las causas del desazón, aceptarlas
y tratar de marcar nuevos objetivos o mejorar los que posiblemente no
cambiemos, es un trabajo personal costoso, que debiera hacerse periódicamente,
momento oportuno y a ser posible en soledad.
Sobre lo divino y lo humano, el mundo o nuestro municipio, los
que nos rodean y nos importan y ante todo de uno mismo, el rumbo de navegación,
velocidad y puertos en los que queremos atracar e incluso anclar ya.
Y dependiendo de las edades cronológicas con perspectivas diferentes
pero que siempre nos permitan conocernos mejor y no culpabilizar a los demás y
al mundo de nuestros problemas, encontrar la manera de vivir intensamente y sin
sufrimiento a pesar de todos los avatares que suceden a nuestro alrededor.
Con
dolor es inevitable, pero este pasa con el tiempo, sufrir se puede cronificar y
no es saludable.
Marcar objetivos que puedan ser llevados a cabo y no crear
falsas expectativas ni a uno mismo ni a los demás, generan que haya menos frustraciones
y que los vaivenes emocionales se estabilicen.
Cuando a una edad ahora denominada madurez previa a la tercera
edad, aunque continuamente cambien estas clasificaciones por el aumento de
esperanza de vida, es decir a partir de los 50, supuestamente hay que ir
logrando que confluyan los deseos y las certidumbres, vayan sintonizándose y
por tanto permitan la relajación que se precisa, la paz que se añora, no exenta de ilusiones, esperanzas
y amor, sin esto último la vida no tiene mucho sentido, cuesta mucho más “vivir”.
Nunca es tarde para “reilusionarse”, reivindicar, recolocar, revisar y para desde
la consciencia aceptar nuestras
limitaciones o debilidades y también nuestras fortalezas que a veces tampoco
nos acordamos que las tenemos cuando somos nuestros propios jueces y nos
analizamos con excesiva severidad.
En el ecuador de las vacaciones y en la parte de vida en la
que se sigue o puede seguir queriendo disfrutar, hay oleajes duros y nuestra
barca debe estar preparada para no naufragar.
Sentirse a la deriva, pero con las velas preparadas, pequeños
ante la inmensidad del mar y grandes por tener un bote y remos para seguir la
travesía, siendo uno mismo y que importa lo que yo haga y a quién le importa lo
que yo diga, MI DESTINO ES.....
FANGORIA (si quieres puedes escuchar la canción)
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