Hace unos días tenía un sobre cerrado encima de la mesa de mi
despacho, donde me comunicaban el onceavo trienio, 33 años cumplidos el 1 de
Mayo trabajando en el CPEE María Soriano.
Sin querer, echo la vista al pasado, cuando recién terminada
la carrera, empecé a buscar el sitio donde poder trabajar, puntualmente en el
año que terminé mis estudios no hacían
el contrato directamente en el Hospital que estudié (EUE Puerta de Hierro) a
pesar de tener un expediente académico brillante, ser delegada de Curso y
protestar ya traía entonces consecuencias directas.
Por tanto comencé a hacer suplencias, no me fui de vacaciones,
en los llamados entonces ambulatorios, hoy centros de salud, y peregriné por
varias consultas y laboratorio de análisis clínicos del Ambulatorio de Especialidades
Vicente Soldevilla en Vallecas. La media de extracciones sanguíneas era de 50
diarias por enfermero y ni que decir que al final ya casi pinchaba con los ojos
cerrados, según entraba la persona a la que tenía que hacer la analítica ya
sabía la vena que iba a pinchar y su dificultad o no.
Se acabaron las suplencias del verano y estuve 3 meses en paro
y sin cobrar evidentemente, pero con lo que ahorré después de dar en casa de
mis padres lo que correspondía, me apunté a montones de cursos (malísimos)
donde por 5.000 pesetas te daban puntos y pronto me llamaron para seguir con
las suplencias por bajas laborales en el mismo sitio, contratos de días,
semanas, meses. En apenas 1 año, fui la primera de mi promoción en tener plaza
en propiedad en la Seguridad Social en un “mini” equivalente también a centro
de salud actual, también en Vallecas.
Como listilla, que no inteligente e inquieta que he sido desde
niña, uno de los médicos con los que pasé consulta de traumatología el Dr. Álvarez
Cué, me propuso ir a trabajar al actual Centro donde estoy y fue muy curiosa la
propuesta: “niña, ¿te vienes a trabajar
de enfermera de dirección?”.
Ni idea de lo que era y evidentemente dije que sí y estuve
compatibilizando los dos trabajos durante casi dos años, hasta que supe que iba
a ser madre y opté por quedarme en el sitio en el que acabo de cumplir
demasiados trienios, pensando como así fue, que podía conciliar la vida
profesional, laboral y familiar (a la carta).
Pude pedir excedencia en la Seguridad Social que aún mantengo
como personal estatutario, en aquellos tiempos eran indefinidas.
Y continué en el Instituto Nacional de Reeducación de
Inválidos (INRI), por aquel entonces Centro médico de gran prestigio a nivel Nacional
e Internacional (Europa y Rusia, ahí es ná) con un colegio integrado con su
director pedagógico y que siempre perteneció al Ministerio de Educación.
Enfermera de dirección, aunque en mi contrato no ponía eso
claro, fue durante casi 5 años una experiencia única, divertida en ocasiones,
otras no tanto, pero en la que aprendí mucho y empecé a definirme como
profesional, persona, ciudadana, política y sindicalmente, en definitiva me
incorporé a formar parte activa de una sociedad que luchaba y mucho por
adquirir derechos sociales, laborales y profesionales y vaya si lo conseguimos,
sólo hay que mirar la primera nómina que recibí
y la que tuve 6 meses después.
No tengo ninguna intención de sintetizar el escrito, no tengo
prisa y el lector se preguntará la razón del título del escrito “SOLEDAD”, ya llegaremos, ahora mis dedos teclean lo que
fluye por mi mente y resumido aunque no lo parezca, si tuviera buena memoria
como algunos amigos que tengo daría para un libro y grandecito. Así que vamos
como quién dice por la introducción, preámbulo, previos, simplemente un relato
de opinión y recuerdo personal.
A veces me he preguntado como hubiera sido mi vida si me hubiera
quedado en el Centro de Salud, pero dejé entornada que no cerrada esa puerta y
abrí del todo la del Centro de Educación Especial y que como cualquier
valoración que pueda hacerse de las
actividades humanas, tiene sus fortalezas y debilidades.
¿Cómo valoro mi demasiado larga experiencia laboral y
profesional en el actual CPEE María Soriano?
Sencillamente no lo sé, según la época vivida en cada momento
histórico correspondiente, he tenido momentos de todo, de tirar “palante” y de
no poder más, replantear, querer tirar la toalla, abrir de nuevo la puerta del
IMSALUD..
Era difícil, lo es hoy en día, que se entendiera que hacíamos
enfermeras en educación, recuerdo que un director decía que al él le
tranquilizaban las batas blancas pero no tenía ni idea de lo que hacíamos, por
tanto, nos valoraba menos que nada y recuerdo un familiar sanitario que me dijo
que trabajaba con “tontos”, en su momento me dolió, creo que hoy ya no piensa
lo mismo, por otro lado me da igual.
He disfrutado mucho eso si lo reconozco y en el fondo a pesar
de intentar oficialmente cambiar de sitio de trabajo en un par de ocasiones,
cuando no ha sido posible (irregularidades oficiales escandalosas), es porque
tenía que ser así, mi destino parece ser que está ligado a este mundo especial
y único, donde yo sé muy bien que hago como profesional de la enfermería y tengo
la suerte de llegar a mi casa la mayoría de los días satisfecha. No puedo decir
que me pagan por lo que me gusta, es una frase que oigo a menudo, puedo decir me
pagan muy poco, me valoran muy poco, pero he vivido y vivo experiencias inolvidables
en muchos sentidos y me gusta mi trabajo, mucho.
Actualmente, siento soledad profesional que no humana, esta
última cada día me gusta más.
Soledad asumida, la profesional, aunque no apetecible, estar
en medio de conflictos entre partes de un mismo Centro, no ser entendida ni por
una ni por la otra, aunque te digan “ pero si tú vales mucho” “ te apreciamos” “eres
buena profesional”…..me vienen a la mente muchas cosas, pero no está en mi ánimo dar la impresión que
estoy hundida, para nada, observo, analizo y me callo cuando puedo, aunque la verdad sea
dicha que lo de contar hasta 10 me
cuesta bastante, pero ya llego hasta 7 en muchas ocasiones, debo estar
madurando.
Me ha gustado siempre mi trabajo, el aspecto profesional, lo
laboral cada día menos, reinvento desde que empecé a trabajar estrategias que
tratan de avanzar a pesar de interpretaciones restrictivas de leyes y normas,
resistencias, no me rindo fácilmente, sí me siento en
ocasiones muy cansada y sola.
Pero solo me queda agradecer a todas las personas con las que
he trabajado y trabajo, lo que he
aprendido y me han hecho reflexionar, sobre todo a las que han venido de frente
como voy yo, nos conocemos demasiado ya también y a muchas familias de los
alumnos de las que recibo muestras de cariño continuas, sus hijos, los alumnos
escolarizados en este singular Centro, mantienen mi ilusión por seguir, con
ellos no siento ninguna soledad, su sonrisa y su mirada me acompañan y dan las
suficientes energías para cada día cuando cambio mi ropa de calle por el
uniforme, pensar “vamos a por todas”.
“La
soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo.”
Gustavo
Adolfo Bécquer (1836-1870) Poeta español.
Tengo a muchos a los
que contárselo, por lo que mi soledad es hermosa
Hola Natividad ánimo que por mi parte creo que son los años y los que nos quedan para dar guerra!!!!
ResponderEliminarVa a ser eso Silvia, seguiremos dando guerra... Un abrazo
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