martes, 11 de julio de 2017

EN TIERRA DE NADIE



Reflexiones sobre un colectivo enfermero minoritario y olvidado.

Estoy de “vacaciones vigiladas”, lo que vengo yo a definir como que no tengo que ir al colegio, pero sí mil cosas pendientes y entre paseos y piscina, todavía no puedo desconectar y dejar la mente en blanco, rosa o azul. Nunca he logrado tener la mente en blanco, siempre multicolor, lo consultaré.

En estos primeros días de Julio es cuando percibo el cansancio extremo que tengo después del curso escolar.

Ya de por sí, el glorioso CPEE María Soriano es complejo y dada la edad cronológica que voy teniendo me gustan las cosas sencillas, muy básicas y además ser presidenta de una pequeña Asociación Científica (AMECE) ocupa muchas horas de esos días tan cortos que van trascurriendo y a qué velocidad.

Y llega el momento de la Evaluación de vida, hago dos al cabo del año, ahora y a final de año.

Y repaso los 10 meses del  calendario escolar y entiendo el agotamiento y siempre me replanteo: ¿Merece la pena tanto esfuerzo, afán y sacrificio?

Durante este proceso evaluativo, oigo dos voces en mi interior y en ocasiones tres, la de la razón y la del corazón, que no siempre van de la mano, debaten, se enfadan, cuando una se desanima la otra en ocasiones la deja y se lo permite, pero el corazón siempre está ahí y tira y tira, hasta que aparece una tercera en discordia: la  locura necesaria para sobrevivir y de momento a pesar de lo que en Calidad se llaman debilidades son superadas por las fortalezas, las tres en una cuerda fina y floja haciendo malabarismos.



Estuve dos meses de baja en el primer trimestre por, un dolor de cuello invalidante y muy doloroso y como estaba bastante drogada, dormía mucho y me aficioné a ver series tipo mentes criminales, caso abierto… por eso de el asesinato perfecto, aunque siempre los cogen en la peli  y toda la investigación en el laboratorio con una minúscula fibra de una alfombra de 30 años antes. Fabuloso, entre la ficción y la realidad, el diclofenaco y el diazepan.

Me descontaron una parte importante de mi escaso salario (no hice trampas a pesar de que el dolor comenzó en el trabajo), porque me paga la Consejería de Educación una cantidad por la que aún todos los años me devuelven en la declaración de la renta (y no te quejes, !pues sí me quejo! de que por dar patadas a un balón, por ejemplo, se cobren cantidades de escándalo y los que hemos estudiado, seguimos haciéndolo y tenemos una responsabilidad importante, no se nos valore ná de ná).

Por tanto, de esa lista de cosas pendientes que iba dejando para hacer en estos días he metido el tijeretazo y he logrado dormir con más tranquilidad, empezar a preparar la maleta, en unos días me voy a Basilea  y sin tecnología, solo fotos y más fotos y una buenas botas que en mis tiempos jóvenes se llamaban chirucas. 

De paso ya, voy a ver mis saldos en las cuentas bancarias B, C y D, a mí no me han pillado como a tantos otros que nos han robado dinero público a manos llenas y los que faltan por salir a la luz. Lo mío es muy legal, herencia tras herencia y tiro porque me toca.


Pues voy terminando estas reflexiones que puse en el título y que para variar me he dispersado dejando que mis dedos teclearan algo libres, me centro brevemente en las Enfermeras Escolares, como no podía ser de otra manera, es  de lo único que sé y no todo, pero casi (aquí pondría un emoticono de guiño).



Conclusiones:

Sí, merece la pena trabajar en lo que te gusta, a pesar del mísero sueldo, estar en “tierra de nadie” el ámbito educativo donde alguna normativa dice que somos personal de apoyo… y un convenio laboral obsoleto que no define nada de lo que tenemos que hacer y hacemos y aguantar chorradas generalizadas.

Por eso, desde la Asociación Madrileña de Enfermería en Centros Educativos (AMECE), con nuestros aciertos y nuestros no aciertos, desde la experiencia y el trabajo continuo con múltiples obstáculos ( ya os vale) y sin apoyos públicos ni privados, seguimos avanzando y sembrando. 

Los frutos nos los quitan del árbol incluso sin madurar, no voy a describir quién o quiénes aunque estén controlados, la cosecha, que no deja de tener como objetivo que haya Enfermeras en todos los colegios de España, la recogeremos y probablemente como Especialidad Enfermera.

Me gusta leer y mucho y durante todo el año, pero en vacaciones lo disfruto más y me da tiempo a guardar alguna frase que deja huella por distintos motivos. Con una de ella cierro hoy y continuaremos, espero que sin que se me borre la sonrisa y el sentido del humor que casi pierdo en el último trimestre y por lo que rápidamente acudieron la locura y el corazón y nos dimos un gran abrazo.

“Sobreentendemos que los demás saben cuánto los amamos. Pero no es así, no lo saben y necesitan escucharlo”

¿Soy bueno? ¿Soy malo? ¿Tengo cuernos y un rabo? ¿Tengo alas?. Creo que soy todo eso y más. Las personas somos plastilina, moldeable, manipulable. Somos una bala o un beso”

De la Lengua de los Secretos. Martín Abrisketa.


Libro que me regaló mi nieto en navidades


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