sábado, 29 de agosto de 2015

AMIGAS


 
En la Expo de Sevilla con los alumnos




Ayer por la tarde estuve abrazando a una amiga que acababa de perder a su padre.

Nuestro abrazo fue intenso y mientras llorábamos ella me decía, ya nos hemos quedado huérfanas las dos Nati.

Nos unen muchas cosas, también haber tenido padres con pluripatologías, longevos, dependientes y que hemos cuidado en casa hasta sus últimos momentos durante mucho tiempo, circunstancia que cuando el dolor de la pérdida va pasando deja un poso de tranquilidad y satisfacción, por haber podido atender y querer de una manera singular y especial de los que nos dieron la vida.

Gloria es de las amigas que se pueden contar con los dedos de la mano, amigas para siempre y ya pueden pasar meses sin hablar que cuando lo hacemos parece que fue hace un rato nuestra última charla.

Nos unió el trabajo allá por el año 1980 en el Instituto Nacional de Reeducación de Inválidos (INRI) hoy CPEE María Soriano, las dos recién acabados nuestros estudios de enfermería, con ganas de cambiar el mundo y por supuesto muchas cosas profesionales.
Vivimos durante 16 años, podría afirmar, que los mejores años de nuestra vida, miles de anécdotas que no puedo contar algunas y de las que mis compañeras actuales cuando empiezo a contar “batallitas de antaño” me sugieren que las recoja en un libro, queda pendiente para la jubilación.

Ayer me recordaba cuando al poco de estar trabajando, murió su abuela a la que recuerdo como una mujer no de su época, más bien de una mentalidad abierta y sin tantos condicionamientos sociales, culturales y religiosos y entre otra hermana suya y yo la pusimos guapa para el último viaje.

Hemos vivido tanto juntas… hasta que ella se fue a otro Centro de Educación  Especial y desde entonces la echo de menos y mucho.

También en el tanatorio, nos reencontramos muchos compañeros de trabajo de toda la vida, algunos comentábamos lo de siempre, mira que somos, tener que encontrarnos en estos sitios, tenemos que quedar para tomar algo.. ¿os suena?

Gloria, amiga mía, ahora que ya estamos más libres podemos quedar más 
frecuentemente y reírnos de todo y por todo como hacemos habitualmente, ya quedamos ayer que lo organizamos Carmen y yo.

Te dejo aquí un poema de San Agustín, aunque yo sea menos “creyente”, que cuando falleció mi madre alguien dejó en mi buzón y un poema Cherokee.

Y sobre todo te dejo un gran abrazo en estos días de intenso dolor y a toda tu maravillosa familia.

D.E.P tu padre.


No llores si me amas,

¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!

¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!

¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos;

los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso!

¡Si por un instante pudieras contemplar como yo,

la belleza ante la cual las bellezas palidecen!

¡Cómo!...

¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras

y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme.

Cuando la muerte venga a romper las ligaduras

como ha roto las que a mí me encadenaban,

cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,

y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,

ese día volverás a verme,

sentirás que te sigo amando,

que te amé, y encontrarás mi corazón

con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!

ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,

que te llevaré de la mano por senderos nuevos de Luz...y de Vida...

Enjuga tu llanto y no llores si me amas!

(San Agustín)

Y este bello poema CheroKee:

“No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan 
y sostienen las alas de los pájaros.
Soy el destello del diamante sobre la nieve. 
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro, 
soy la semilla y la lluvia benévola de otoño. 
Cuando despiertas en la quietud de la mañana, 
soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo. 
Soy las estrellas que brillan en la noche. 
No te pares al lado de mi tumba y solloces. 
No estoy ahí, no he muerto”.
En las puertas del quirófano

Recogiendo el Premio Nacional Reina Sofía 1089





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